Delete it ! (ReiGisa)
(TERMINADO: 2015) One-shot.
La mañana estaba aclarando cuando el joven logró despertar del todo. Para su sorpresa, el reloj de la mesa de luz apenas marcaba las seis de la mañana. Volvió a taparse. Un sábado otoñal como aquel, no merecía otra cosa que no sea aprovecharlo para descansar. En pocos segundos, sintió como su cuerpo volvía a relajarse, cómo el sueño le ganaba por el peso de los párpados; y cuando podía ya vislumbrar un nuevo sueño que estaba formándose...
-¡Rei-chan!
¿Cómo pudo haberlo olvidado?
-¡Hasta que te despiertas! Estoy despierto desde hace una hora, o más... -rezongaba el rubio, sacudiendo al pobre chico una y otra vez.
La noche anterior, habían entrenado hasta muy tarde en la noche. Rei y Nagisa fueron a cenar a la casa del primero, pero cuando el peliazul fue a buscar frutas para el postre... se encontró con el muchacho profundamente dormido, con la cabeza apoyada sobre la mesa, roncando suave. Y como un buen fan y protector de la belleza, no le pareció despertarlo; por lo que en su lugar preparó un colchón inflable al lado de su cama, y acomodó a su invitado en ella. Se veía tan pacífico y tranquilo: nunca estaba así despierto. Era la primera vez que Rei lo veía de esa manera tan apacible.
A la mitad de la noche, Rei no pudo con la angustia de que a su pobre y pequeño invitado le resultara incómodo dormir en el inflable, por lo que lo trasladó y al final fue el dueño de casa el que terminó durmiendo en el suelo. Le sorprendía como le podía mover tanto y el rubio permaneciera tan dormido: realmente tenía el sueño muy pesado, y ese día estaba agotado.
Ahora se encontraba llevándole a su invitado un café con galletas como desayuno, para él también. Su casa se encontraba en total silencio, ya que nadie más que él la estaba habitando durante ese fin de semana. Se podía adivinar a qué miembro del club pertenecía esa casa, totalmente: el orden reinaba en absoluto, en cualquier rincón.
En especial, en la habitación de Rei, donde las libros estaba acomodados temática y alfabéticamente. O lo estaban, porque para cuando él llegó, con la bandeja del desayuno, encontró a Nagisa rodeado de libros, todos desparramados por la cama.
Sólo lo había dejado escasos minutos solo, ¿cómo pudo hacer todo eso en tan poco tiempo?
-Oh, volviste -sonrió ampliamente, mirándolo. Rei sentí como una de las venas de su frente se iba a hinchar.
-¿¡Pero qué hiciste?!
-Supongo que los desordené un poco... lo siento. ¡Pero tienes libros realmente interesantes aquí!
El mayor arrebató los libros al rubio y comenzó a colocarlos en su anterior orden sobre la biblioteca. "Obviamente no tiene noción alguna de la belleza del orden. Sé paciente, Rei".
-No sabía que te gustaba tanto leer, Rei-chan. ¿Leíste todos los libros que tienes?
-Claro que sí, por algo los compré: para leerlos.
-¡Eso es admirable! Yo realmente no podría leer tanto nunca, y menos sobre temas tan variados como tú -se frotaba la nuca, riendo algo apenado de sí mismo. Un leve sonrojo de orgullo apareció fugazmente en las mejillas de Ryugazaki.
-No es para tanto, a decir verdad... ¡pero sí que es un logro leer tanto! -acomodó sus lentes, con aires orgullosos, como solía hacer cuando presumía de sí mismo -. Hasta tengo libros sobre técnicas de deporte: podría ser excelente en cualquiera que me propusiera practicar.
Nagisa no pudo retener una sonora carcajada.
-Rei-chan, tampoco mientas... no me hagas recordarte cómo nadabas cuando entraste al club.
El orgullo del chico fue al piso, aplastado por un pingüino burlesco. Un pequeño, gordo, odioso, y feo pingüino.
El café aún despedía vapor que indicaba su alta temperatura. Pero esto no fue obstáculo para que el chico le diera un trago de todas maneras, pegando un grito por quemarse la lengua y los labios; provocando risa en su acompañante. Eran esos los momentos en los que Rei recordaba por qué le gustaba Nagisa. Por esos gestos graciosos e infantiles que tenía, por esa manera de ser tan despreocupada, tan contraria a él en casi todos los aspectos. "Los opuestos se atraen, de todas formas".
Cuando el rubio comía las galletas, su celular comenzó a sonar. Le dio permiso al mayor para que lo contestase: era su madre, preguntando cómo estaba. Rei le dio todas las explicaciones que la señora necesitaba, de la forma más formal posible, como solía hacerlo cuando se dirigía a la mayoría de los mayores. La madre de Nagisa lo conocía, ya que varias veces éste había ido a la casa de los Hazuki, así que no hizo inconveniente alguno con que los chicos estuviesen juntos en esa oportunidad. La llamada terminó en menos de cinco minutos, y la pantalla se puso en la imagen de escritorio que el chico tenía. El peliazul se puso blanco de repente, y luego carmesí.
Una fotografía de él dormido, estaba puesta de fondo. Se la había tomado mucho antes de que él se despertase, obviamente, porque estaba tomada con flash que no hubiese sido necesario si sería de mañana. Sus párpados estaban arrugados, tal vez un poco consciente del flash, y su boca abierta. Una línea brillante y delgada se podía observar, saliendo de su boca: saliva seca.
ESO, no era para nada hermoso.
-¿Nagisa- sempai?
-¿Qué pasa? -aún masticaba un poco de las galletas.
-Explícame esto -le enseñó la fotografía, con notable enojo -, no recuerdo para nada haber dado mi aprobación a esto.
-Ah -comenzó a reírse, un poco nervioso, y otro poco porque la daba risa la cara molesta de Rei -eso es sólo una foto.
-¿SÓLO, una foto?
-Sí... es una foto de broma, Rei- chan. Ríe, ¿ves? Es... gracioso, se supone que lo es -la expresión del mayor se endureció aún más -¿Por qué no te estás riendo?
-¡Esto no es para NADA hermoso! -gritó, sacudiendo el celular - ¿¡Acaso te das cuenta?! Es horrible, asqueroso... ¡mi rostro no se debería ver así!
-Pero, te ves gracioso -fue interrumpido antes que pudiera terminar de decir la frase.
-¡CLARAMENTE LO GRACIOSO NO ES HERMOSO!
-Tranquilízate, Rei -chan -toda aquella furia sólo provocaba risa incontrolable al rubio. Pero fue cuando el peliazul intentó borrar la foto, que toda la gracia de Nagisa se esfumó, arrebatándole el celular de inmediato.
-¡Bórrala!
-No. Es mi celular, y yo tomé la foto, que está en la memoria que yo compré, así que haré lo que quiera con ella.
-¡¿Pero que estás diciendo?!
Rei no sabía que hacer. Estaba avergonzado, y enfadado, muy enfadado. Aquel chico era muy escurridizo, e incontrolable. ¿Y ahora se le plantaba de esa manera? "Qué atrevimiento". Lo único que quería era que borrara la foto, porque no era para nada bella, para sus ojos. Pero el rubio se negaba... realmente aquella era una característica que no le gustaba tanto. Finalmente, después de discutir durante casi treinta minutos, lograron estar tranquilos ambos: sin embargo el mayor no se resignaba a la existencia de esa fotografía. Nagisa suspiró, cansado, volteando los ojos al techo... hasta que una maliciosa sonrisa se apareció en su rostro.
-¿Quieres que borre la foto, Rei- chan? Bien, lo haré.
Por fin había entrado en razón. Le daría el gusto, genial.
-Sí, Nagisa- sempai, gracias. Por fin entendiste.
-La borraré -se acercó al rostro del mayor, apoyándose sobre las rodillas en el colchón inflable donde estaban ambos. Sus labios estaban a menos de cinco centímetros. Rei se sentía un manojo de nervios de repente -, pero quiero un beso.
Era verdad que ambos estaban conscientes de los sentimientos de uno por el otro, sabían que se gustaban entre sí, pero no lo demostraban. Eran como amigos, amigos que se gustaban. Se gustaban un montón, en especial a Rei aunque no lo quisiera aceptar del todo. Sabía que algún momento algo como eso tenía que ocurrir entre ellos, pero lo sentía muy pronto, no quería asustarlo, ni adelantarse... la verdad era que tenía miedo, sólo eso.
Una parte de él lo quería besar, y no sólo eso, quería hacer muchas cosas. Quería a ese pequeño chico de todas las formas posibles, quería estar con él de todas las maneras imaginables porque nunca había estado enamorado de alguien como lo estaba de Nagisa. Su hermosura era única. Al nadar, se veía tan perfecto; por supuesto que no como Haruka, pero para sus ojos Nagisa era hermoso siempre. Con aquellos orbes bordó siempre tan llenos de vida, siempre lo animaba a hacer más, a no rendirse, como cuando no podía nadar.
Pero estaba el lado que no lo dejaba hacer lo quería en realidad. El lado que le daba vergüenza, que le daba pena, que no se sentía capaz de tomar la iniciativa nunca. Y así hubiera seguido todo, sino fuera porque ahora el rubio le pedía un beso.
-¿Un... beso?
-Sí. Quiero que me beses en los labios.
El calor subió por sus mejillas. Sabía que estaba rojo, por cómo Nagisa reía frente a él y lo miraba. Aquellos ojos carmesí, tan llenos de vida, lo estaban animando a hacer algo que había pensado innumerables veces, pero nunca había considerarlo hacerlo realidad. Suspiró. Sólo un beso pequeño, un simple roce sería suficiente, unos pocos segundos. Podía hacerlo, sí.
"Puedo hacerlo".
Cortó la distancia que los separaba rozando sus labios con los de Nagisa en un suave beso. No duró siquiera tres segundos. Cuando se separó, tragando vacío por los nervios, pudo ver el lindo rostro de Nagisa. Un suave sonrojo teñía su blanca piel, aún con la boca levemente abierta, respirando profundamente; sentía un aliento tibio en los labios, aún a poca distancia de los de él. No había visto antes ese brillo en los ojos del rubio, era realmente bonito. Y no pudo resistir volver a besarlo.
Lo tomó suavemente los hombros, apretándolo un poco por los nervios que aún tenía, y lo acercó. Se miraron por unos segundos, para luego volver a unirse en un beso. Ya no era un simple roce, sino que ambos movían sus labios suavemente, comenzando a disfrutar uno del otro. Podían sentir sus alientos cálidos, lo que lo hacía todo aún más confortable.
Nagisa rodeó a Rei por el cuello, acariciando el cabello de su nuca suavemente; provocándole un leve escalofrío por todo el largo de su cuerpo al peliazul. Este lo estrechó más, bajando sus brazos hasta su cintura y pegándolo a su cuerpo. De un momento a otro, ambos estaban fundidos en un abrazo, besándose.
Rei decidió aventurarse, e intentar probar el interior de la boca de su acompañante. Suavemente, con su lengua, comenzó a acariciar los labios del menor. Este profirió un leve sonido, dejándose hacer, y abriendo su boca muy lentamente. El peliazul introdujo suavemente su lengua dentro de aquella cavidad, lamiendo delicadamente el interior. Al hacer esto, el pequeño chico entre sus brazos se estremeció notablemente, diciendo algo inentendible en medio del beso; se podrían haber separado, pero la realidad era que ninguno de los dos quería hacerlo. No querían que ese instante se acabase.
Desde el comienzo, desde que se conocieron, siempre habían estado conectados de una u otra manera. Entre ellos siempre había algo especial, a pesar de ser polos opuestos totales. Cuando se declararon, fue un momento incómodo, vergonzoso, pero lindo de cualquier manera, un amor joven y puro como los que ya casi no se ven. Porque al menos Rei estaba muy enamorado del rubio, de una manera que tal vez sólo lo entendía, porque soportarlo era una tarea bastante difícil; pero una tarea que valía la pena. Una tarea que estaba feliz y dispuesto a hacer, siempre.
Con un pequeño empujón, Nagisa terminó encima de Rei, que cayó de espaldas sobre el inflable. Ambos se miraron por un momento, sin decirse nada, recuperando el aire. Nagisa estaba aferrado a la camisa de su acompañante, arrugándola entre sus manos, sin ganas de soltarse; también la camisa de él estaba arrugada y agarrada fuertemente por el otro. Ninguno de los dos se iba a soltar, lo sabían, mientras se miraban de una manera que nunca lo habían hecho. O tal vez sí, cuando el otro no miraba, cuando estaba distraído... pero ahora se miraban directamente: con amor, con ternura.
Rei le sonrió, y lo abrazó aún más fuerte, estrechándolo contra sí. El rubio apoyó su cabeza sobre el pecho de él, aún aferrado, y cerró los ojos para concentrarse en el sonido de su corazón.
-Rei- chan -suspiró, acomodando su cabeza para mirarlo a los ojos -...esto es muy cursi.
-Lo sé -comenzaron a reírse, como dos estúpidos enamorados que eran. Rei buscó sus lentes, que en algún momento al caer al colchón se le habían caído también, mientras Nagisa buscaba su celular -¿Vas a borrar la foto?
-No -rió maliciosa y exageradamente. El peliazul rió pesado, resignado ya, mirándolo.
-Bien, bien.
-¡Ahora quiero una foto hermosa! -exclamó, arrojándosele encima con el celular apuntando hacia ellos.
Lo besó en la mejilla, y tomó la foto. La cara sorprendida y sonrojada del mayor aún le avergonzaba, pero no le pidió que la borrara. Porque estaba con Nagisa, la persona que más quería en el mundo: la belleza más importante para sus ojos.
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